Años atrás yo era co-directora de una escuela de inglés. Una tarde de junio un profesor contratado (llamémosle Jack) me dijo que yo era muy fría. Sus palabras me resultaron muy chocantes; no cuadraban para nada con cómo yo me veía (ni con cómo quería que me vieran). Le contesté, dolida y estupefacta, que estaba muy equivocado. Creo recordar que luego no dijimos nada más y que Jack eligió no volver a la academia en el otoño.
Al cabo de unos años, cuando ya llevaba bastante tiempo practicando la CNV, me di cuenta que Jack estaba intentando darme feedback respecto a algo que yo había hecho que había tenido un impacto en él. Quizás no le había saludado al entrar en la sala de profesores, o algo parecido. No lo sé. El caso es que no fui capaz de abrirme a recibir su feedback: de tener curiosidad sobre qué le llevó a decirme lo que me dijo y de entrar en diálogo con él.

Evidentemente Jack tampoco fue capaz en ese momento de expresarse de una manera que me resultara clara y fácil de recibir, como por ejemplo diciendo “Me gustaría que me saludaras”. Es posible que lo que fuera que le molestó a Jack había pasado más de una vez. Quizás no se había atrevido a decirme nada hasta el final del año escolar por miedo a las consecuencias que imaginaba que podrían haber si se enfrentaba a su “jefa”. Y puede que cuando al final lo hizo, estaba harto y resentido, lo cual le llevó a expresarse en forma de juicio.
Un sueño común entre muchas personas practicantes de la CNV, yo incluida, es un mundo que funcione para todas las personas. Claramente había algo que no funcionaba para Jack. Tenía unas necesidades (¿de calidez? ¿conexión? ¿ser tenido en cuenta?) que experimentaba como poco cubiertas en relación conmigo y estoy segura que quedaron sin cubrir después de su intento fallido de hablarlo conmigo.
Ahora, recordando la situación con perspectiva y con mis conocimientos actuales, siento compasión por Jack y por mí. Entiendo que habría muchos factores que influenciaban nuestras acciones y reacciones: la diferencia de rango y poder entre él y yo, nuestra educación, nuestros traumas, nuestros miedos, creencias, patrones y más. Hicimos lo que pudimos.
Creo que si yo hubiera tenido entonces la experiencia y los conocimientos que tengo ahora, gracias a mi práctica de la CNV, es muy probable que hubiéramos resuelto la situación y que hubiéramos acabado sintiendo más conexión y confianza mutua. Dicho eso, no sé si habría sido capaz de dialogar con él en el mismo momento. Quizás sí y quizás no, según mi estado mental y emocional. A lo mejor me hubiera hecho falta primero pedir a alguien de confianza que escuchara con empatía mi reacción a que Jack me dijera que yo era una persona muy fría y que luego me ayudara a intentar ponerme en la piel de Jack para poder abrir el corazón hacia él. A lo mejor, debido al miedo que suelo tener a los conflictos (no estoy segura, pero quizás me suele ser un mayor reto cuando el conflicto es con un hombre que con una mujer), a continuación hubiera querido practicar qué decirle y cómo decírselo antes de invitar a Jack a dialogar sobre la situación.

Necesitara prepararme de antemano o no, el diálogo que me gustaría haber tenido con Jack si hubiese sabido, consistiría en 1) escuchar qué le pasaba, 2) comunicarle que su bienestar me importaba y que lamentaba el impacto que mis acciones habían tenido en él, 3) si él lo quisiera escuchar, explicarle qué me llevó a hacer aquello que fue doloroso para él, 4) invitarle a buscar conmigo una solución que funcionara para él y para mí y 5) celebrar haber pensado en una solución (o hacer duelo si no lo encontráramos).
La CNV no es una varita mágica que nos confiere de un día para otro poderes para prevenir o resolver cualquier desencuentro, aunque reconozco que yo tenía esa expectativa al principio de conocerla. Con la CNV he ido integrando prácticas y desarrollando capacidades útiles en la prevención y resolución de conflictos. A día de hoy, según las circunstancias, abordar los conflictos sigue siendo un reto para mí. Seguramente siempre será así, aunque confío que seguirá disminuyendo el reto poco a poco.

Te invito a reflexionar sobre lo que este relato haya suscitado en ti. ¿Cómo vives tú los desencuentros? ¿Cómo sueñas con vivirlos? ¿Puedes pensar en algún pasito pequeñito hacia esa visión, un primer pasito que te ves capaz de tomar ahora mismo, aunque sea solo tomar consciencia de tus patrones o pedir a alguien apoyo para intentar imaginar las necesidades de otra persona con quien estás en un conflicto concreto? ¿Qué o quién te apoyaría en tomar el pasito? ¿Te apetece probarlo, a ver qué pasa?